Un deportista apela constantemente a su inteligencia
emocional, como el hombre primitivo está constantemente tomando decisiones en
milésimas de segundo y de esas decisiones depende el resultado de su juego, en
estas decisiones cuentan diferentes aspectos:
• Aspectos racionales: tales como 'entender el juego' con
todos sus aspectos técnico-táctico-estratégicos.
• Aspectos corporales: como el entrenamiento físico, la
alimentación y el descanso.
• Aspectos emocionales: como la orientación al logro de los
objetivos, la competitividad, la identificación de valores del deporte y los personales,
la autovaloración, el trabajo en equipo, el liderazgo, la empatía, el control
de las reacciones y emociones negativas, etc.
Los resultados son consecuencia directa del tipo de
observador que el deportista está siendo, de lo que entiende que puede lograr y
de lo que entiende que es imposible para él, esta forma de mirar su mundo y de
juzgar influye directamente en su emocionalidad y puede convertirse en un
círculo vicioso (juzgo que no puedo, en consecuencia actúo de forma tal que no
puedo, por lo tanto me demuestro a mí mismo que era verdad que no podía, lo que
genera que emocionalmente me sienta derrotado y que piense que posiblemente no
pueda lograr resultados que antes podía, lo que genera que actúe en
consecuencia y tampoco lo logre, etc.)
Cuando el deportista está en emocionalidades positivas, el
círculo se invierte, vale decir, se convierte en un círculo virtuoso, que
posibilita el logro de objetivos cada vez más importantes y extraordinarios.
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